El Mago de las Tijeras

Ivonne Flores

El Mago de las Tijeras era tehuano. Nacido en el Barrio Guichivere, su apodo le vino por su oficio de peluquero, mismo que desempeñó por casi setenta años. Su nombre completo: Juan de Dios Velásquez Rojas.
     De pequeño solía acompañar a su madre a vender tamales de iguana, muy típicos de la región istmeña. Le gustaba quitarle el huevo a los tamales y comérselos a mitad del camino (al regreso, ya sabía que le tocaría tremendo regaño).
    Hijo de Serapio Velásquez Bolán y de Micaela Rojas, fue el tercero de cuatro hermanos. Se casó con Anastasia Matus Vargas. Tuvieron tres hijos: Francisca, Josefina y Lucía Velásquez Matus. 
     Abuelo de ocho, bisabuelo de cuatro y amigo de todos, nació el 8 de marzo de 1925. Aprendió el oficio en la Ciudad de México, donde radicó por varios años, para después irse a vivir a Matías Romero, lugar en el que comenzó a desempeñarse como peluquero. Aprendió viendo y echando a perder muchos cortes, como él mismo decía.
     Posteriormente regresó al terruño, e instaló su peluquería en la Avenida Ferrocarril número 65, del Barrio San Sebastián. Cortó el cabello a Presidentes Municipales, atendió a Gobernadores estatales, así como a jerarcas de la Iglesia Católica en nuestra región.
     Cuando llegaba un cliente, le platicaba anécdotas y experiencias. Tenía por costumbre hacer ruido con las tijeras; clásico de los peluqueros de antaño. Sus historias remitían a los tiempos de cuando fue pequeño, ya que conoció a muchos personajes que vivieron o visitaron el Istmo de Tehuantepec. Clientes antiguos, pero también nuevos, como el señor Miguel Salud de León, originario de San Blas Atempa, quien le tomó gran afecto.
     Ta Juan de Dios hablaba español y zapoteco. Aunque de niño sólo aprendió el castellano, su oficio le permitió recuperar el  idioma de los ancestros, ya que muchos de sus visitantes se comunicaban en didxazá.
     Fue amigo de marinos, soldados y federales de camino, varios de los cuales eran clientes desde la infancia. Durante la espera tomaban una revista y se sentaban a platicar de cuando iban de pequeños con sus padres. Después, ellos también llevaron a sus hijos.
     Muchas historias pasaron por su silla, donde Papá Juan, como también lo recuerdan sus nietas, solía contar y platicar anécdotas que quedarán para siempre en la mente de quienes visitaron su pequeño establecimiento. 
     Hoy él es un personaje más de Tehuantepec. A pesar de que se ha marchado, siempre existirá Juan de Dios, pues también sabía escuchar atento los relatos y congojas de sus amigos. Ya no lo miraremos por las calles. Sólo queda su peluquería Juvenil, lugar cargado de alegría, que vio pasar el tren cientos de veces. 
     Difícilmente volveremos a saber de una persona como él en Tehuantepec, que en cada movimiento prodigaba a todos un mensaje de afecto de forma natural y alegre. Seguramente, en donde se encuentre, El Mago de las Tijeras seguirá contando historias y anécdotas interesantes. Mientras tanto, quienes lo conocimos, siempre lo recordaremos.


[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 20, Dom 09/Dic/2012. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]