Testimonio de Toribio Salinas acerca de la rebelión de 1911

José F. Gómez, Che Gómez, en su
campamento guerrillero. 1911
Recopilación y traducción: Macario Matus

(Tomado del libro Dos testimonios sobre la Revolución de 1911)

Yo tenía 14 años y mi padre ya estaba comprometido al lado de aquellos hombres. Le decían Chevié Salinas a un tío mío y es el mismo que se enfrentó a los militares con otros juchitecos. Pues el Licenciado Gómez también era juchiteco y éste les dijo que por qué no entregaban la jefatura sin ningún balazo, sin necesidad de desparramarnos, sin matarnos unos contra otros, sin que nuestros familiares abandonaran el pueblo y se fueran al monte.

Pero como la campana de la iglesia era el aviso que tenían, y cada vez que tocaba la campana la gente acudía en busca de informes que venían del Licenciado Gómez. En aquel tiempo ya estaba la gente del gobierno aquí en el pueblo, ya estaban en el cuartel los soldados.

Entonces el Licenciado Gómez decía: "Compañeros, los he llamado porque he pensado lo suficiente de que de todas maneras nos matarán y es el gobierno contra quien vamos a pelear." Y aquellos hombres respondían: "Ya lo sabemos, siempre lo hemos sabido. Pero si tú entregas esa jefatura [era Jefe Político] sin oponer resistencia, sin disparar ningún balazo, donde estuvieres, aunque estuvieres en el hoyo de la tierra, yo te arrancaré de la tierra misma", le dijo mi tío Chevié Salinas. "Y merecerías que te matara, pues no es poca la gente a quien tienes con la soga al cuello. Así que peleemos." "Sí", le decía mi padre, "ya sabemos que es el gobierno, pero ya sabes bien que el juchiteco, desde infierno se sabe de su valentía. Así que si estamos peleando y pretender dar marcha atrás sería tanto que nos llevara el diablo.”

“Bueno”, dijo el Licenciado Gómez. 

El día 2 de Todos los Santos, se inició el fuego. Vino un hombre, gente del gobierno, de gorra, es decir, militar, y le dijo el Licenciado Gómez: “Mire, Licenciado, dice mi jefe que por qué no alejas tu fuerza, ya que nosotros tenemos miedo de la situación y pensamos huir, escapar."
   
Y el Licenciado obedeció aquella petición, sin saber que aquello era mentira. Al rato se asomó uno de los militares allá por el jardín norte, quien decía: "Ahora vengan". Pues aquellos militares ya se habían preparado, habían hecho troneras, ya se habían instalado en las torres de la iglesia. Y cuando se aparecieron allá por el jardín, sonaron los balazos y todos se estremecieron, se desparramaron como pollitos.
   
Todas las casas fueron agujeradas para que los militares tomaran mejor posición y cualquier hombre que se asomara por la calle era acribillado por los militares. La tarde que se inició la revolución (así le llaman al movimiento de 1911 de Che Gómez en Juchitán), murieron cuatro hombres. Y la noticia llegaba al campo donde la gente había buscado refugio.
   
Pelearon fuerte y a los cuatro días llegó el cañón, vino por Tehuantepec, y el cañón los dispersó totalmente. Pues los juchitecos no tenían armas más que machetes, palos, escopetas; eso que llaman fusiles del gobierno no había. Así fue que corrieron.
   
Mi papá fue al monte donde estábamos y le preguntamos qué les había sucedido y él nos dijo que habían huido, "nos dispersaron". De ahí ya se hizo mi padre un rebelde, vivía en el monte. Chevié Salinas se convirtió en el cabecilla de los rebeldes.
   
A menudo enviaban avanzadas de militares contra los rebeldes pero como eran más fuertes siempre derrotaban a las fuerzas del gobierno. Después nos fuimos a vivir a Tonalá y a los tres años se repartieron papeles donde se anunciaba que aquello que había ocurrido pertenecía ya al pasado. Pues decía Venustiano Carranza, hermano de Jesús Carranza ―así afirmaban las noticias que llegaban allá―, de lo contrario podrían seguir matando gente en Juchitán. Eso obligó a la gente a regresar al pueblo. 
   
Quemaron muchas casas en aquellos tiempos, las casas de antes eran de palma, lo que ahora ya no se ve. La gente que escapó pudo salvarse pero de los que pelearon mucho murieron. Estuvieron por Chigueeze (nombre de un rancho), el Licenciado también estuvo por aquellos rumbos.
   
Después, como tú sabes, lo que es la política, los del centro mandaron a llamar al Licenciado Gómez pretextando que el gobierno lo mandaba llamar. Y los hombres de su partido le decían: "Licenciado, lo que quieren es matarte."
   
Y él respondía: "Señores, ¿no ven que es el propio gobierno que me manda llamar?" Bajo esa suposición él fue a México, pero en Matías Romero lo esperaba el difunto Matanchi, ese lo asesinó pero con órdenes del gobierno de Oaxaca (el gobernador era Benito Juárez Maza). Lo apresaron y lo mataron. El Licenciado Gómez cayó preso junto con otros hombres, unos murieron y otros se salvaron. Entre los que se salvaron estaba un tal Mou Chare y Nico Dada pero a los otros cuatro o seis los mataron.
   
Cuartel Carlos Pacheco, frente al Templo de San Vicente Ferrer. 1911
Yo le dije a mi padre días antes del inicio de la revolución, cuando le vi una enorme escopeta. Le dije, tenía 14 años en ese tiempo: "Papá, por qué no bajas una de esas escopetas para que yo la utilice”. Me dijo: "No seas pendejo, basta con que tu padre esté comprometido en esta pelea y no quiero que mi hijo lo esté también. Salte de esas ideas o de lo contrario te doy un culatazo". Pero en aquel entonces los hijos obedecían a los padres y me quedé callado.
   
Mi padre estuvo peleando fuertemente. ¡Cuántos hombres huyeron! Abandonaron puercos, bueyes, gallinas, y muchas cosas más. Recuerdo que la troje de mi padre estaba repleta de mazorca: hasta los horcones de la casa metidos en la tierra fueron quemados. Fue una barbaridad tanto fuego.
   
Cuando se acabó la revolución de Che Gómez, repito, mi padre se volvió rebelde y después se presentó ―como lo pedía Carranza― junto con otros hombres con machetes, fusiles, escopetas y demás. Como mi padre tenía de hermano a Chevié Salinas, le aconsejo: “Mira, Gabriel, por qué no te presentas." Le dijo mi tío: "Tú crees que hemos matado cualquier gente, ¿no ves que a quien matamos era hermano del Presidente de la República? Y si me presento me harán polvo. Por donde ande, aunque esté soñando, si me lo encuentro me harán añicos."
   
Aquella ocasión murió Jesús Carranza y por cierto en esa muerte participó Santibáñez, quien dejó a mi tío en Quintana Roo. Yo también fui a Quintana Roo junto con los dos del partido verde que en ese tiempo estaba muy unido.
   
Recuerdo que salimos de aquí un día en que había una fiesta de toros en el patio del panteón de Juchitán. Salimos de aquí y nos embarcamos en Puerto México [Coatzacoalcos], luego en Progreso, luego Vishia Chico y por último Quintana Roo. Íbamos a pelear pero aquellos hombres se rindieron sin hacer nosotros un disparo y entramos.
   
Chevié Salinas al regresar de Quintana Roo ya estaba aquí Santibáñez y fue él quien lo cambió para estar por estos rumbos. Por esa fecha mi padre le dijo: "Mira, Gabriel, te daré unas razones sinceras y limpias, y si tú me escuchas y acatas lo que te digo, el gobierno te hará un buen gobierno." "Está bien, Demetrio", le dijo. "Habla". Mi padre le dijo: “¿Por qué no apresas a Santibáñez y lo metes al calabozo?, ponle dos centinelas y envía al gobierno un telegrama avisándole que Santibáñez está persuadiendo a la gente del Istmo para otra causa. Si el gobierno lo quiere tener allá, se lo mandas o el mismo gobierno dirá si lo debes pasar por las armas. Cualquiera de esas alternativas te convertirá en un gran hombre, por ese servicio al gobierno''
   
"Calla, Demetrio", le dijo a mi padre, "no me digas esas cosas. Pues yo empeñé mi palabra a Santibáñez y donde él vaya yo iré, no importa si el lugar sea el mismo infierno".
   
Mi padre insistió: "Pero ya sabes que de lado de Santibáñez estarás contra el gobierno y será el mismo gobierno quien los destruya.”
   
Siguió de lado de Santibáñez. A Jesús Carranza lo aprehendieron en Ixtepec y le quitaron sus armas. Entonces telegrafiaron a Venustiano Carranza pidiéndole su rendición debido a que ya habían tomado preso a su hermano. Pero Venustiano Carranza les contestó: "Mátenlo y esperen los resultados que muy pronto me verán por esas regiones".
   
Y Santibáñez tomó a Jesús Carranza y lo fue a matar en Lachiguiri. Y mi tío tuvo que enfrentarse a las tropas del gobierno durante tres días y sus noches, pues se cansaron. Cuando Chevié Salinas se sintió mal en su posición de combate dijo a sus compañeros: "Lo que hay que hacer es romper la línea del sitio en un lugar determinado y aunque nos replieguen tenemos que escapar." Allí murió gente del gobierno y de Chevie Salinas. Hasta Juchitán vinieron a recular y aquí en el Palacio Municipal se amontonaron las armas de los desertores.
   
Es que Venustiano Carranza venía fuerte y pensaba matar hasta a los niños de pechos. Pero como estaba doña Rosa, la esposa de Che Gómez, junto con otras mujeres salieron al paso de Carranza, diciéndole: "Señor, lo que ha ocurrido ya pertenece al pasado." Esa vez se presentaron los hombres que entregaron sus armas, machete, palos y demás. Así se acabó todo. Ahí se acabó la batalla de Che Gómez.


[Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos, suplemento cultural del Comité Melendre, Año I, N° 15, Dom 04/Nov/2012. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]