¿Quién fue José Gregorio Meléndez?

Gubidxa Guerrero 

El desconocimiento de la historia zapoteca es alarmante. Conforme avanza el tiempo, los personajes que entregaron sus vidas por nuestros pueblos van olvidándose. Las nuevas generaciones ignoran los nombres y hechos de quienes tanto hicieron porque hoy la planicie costera del Istmo de Tehuantepec tuviera las condiciones mínimas de vida decorosa.

¿Quién recuerda a José Gregorio Meléndez? ¿Alguien sabe sobre Pedro Gallegos o sobre Cosme Damián Gómez? ¿Qué conocemos de Máximo Ramón Ortiz o de Cristóbal Salinas? ¿Hemos escuchado hablar del cura Miguel López, de Albino Jiménez o de Benigno Cartas? ¿Sabemos algo sobre Mateo Jiménez o sobre Fray Mauricio López? Todos ellos fueron hombres valientes, dignos, honorables. La mayoría ofrendó su vida luchando por lo que consideraba mejor para sus pueblos. 

Hablaré sobre el primero de los antedichos. Che Gorio Melendre le apodaban (por la zapotequización de su nombre). Nació el 12 de marzo de 1796 en el rancho La Palma, Juchitán; día de San Gregorio Magno (en honor a este Santo le pusieron el nombre). Peleó en la Guerra de Independencia de México, cuando el líder insurgente Mariano Matamoros estuvo en nuestra región (Matamoros fue comisionado por Morelos para levantar el Istmo y para detener el ataque realista proveniente de Guatemala). Siendo muy joven, José Gregorio Meléndez organizó a los muchachos de su tiempo para luchar a favor de los insurgentes. Desde entonces destacó de entre los suyos .

Cuando el virreinato de Nueva España se independizó en 1821, comenzó un periodo caótico. México, como nuevo país, se enfrentó a revueltas internas, sufrió golpes de Estado, bancarrota, corrupción… Y entre las consecuencias de esos años complejos estuvo el despojo que sufrieron las comunidades istmeñas de sus recursos naturales. Los dos bienes estratégicos de que disponían los pueblos les fueron arrebatados por “vía legal”: salinas costeras y terrenos comunales

Hoy quizá nos parezca increíble ver en ese mineral motivo de derramamiento de sangre; pero si consideramos que en torno a la sal giró buena parte de la vida económica de los zapotecas-binnizá y de otros pueblos originarios, podremos tener una mejor idea. Con ese bien intercambiaron productos durante todo el siglo XIX, comerciaban con Guatemala y se hicieron de recursos económicos para sostenerse. La sal de las costas istmeñas llegó a manos mixes, chontales, zapotecas de la sierra y de los valles, y a regiones más apartadas, que la utilizaron como conservador y como condimento. El Gobierno del Estado percibió de los impuestos a la sal buena parte de los recursos para su sostenimiento, y las minas mexicanas la utilizaron para sus procesos de purificación metalúrgica.

Pero los pueblos zapotecas y otros pueblos costeros no iban a permitir tan fácilmente que un grupo de prominentes negociantes y políticos mexicanos los despojaran de lo que les había pertenecido por casi 400 años; por lo que se vivieron numerosos levantamientos armados en el Istmo. Desde 1827 comenzaron las rebeliones. Igualmente 1834, 1844-45, 1847 y 1850-53, fueron años de rebeliones. Al principio, los alzados sólo exigían que los dejaran trabajar en paz y que les permitieran usufructuar lo que era costumbre. Pero ante la cerrazón de los gobiernos de Oaxaca y de la Federación, ampliaron sus demandas, solicitando también la independencia del Departamento de Tehuantepec respecto del Estado de Oaxaca. 

José Gregorio Meléndez dirigió casi todos los movimientos antedichos. Fue, asimismo, autor del plan (fechado el 10 de enero de 1851 ) que pedía crear una Entidad Federativa en el Istmo. De todas las guerras que encabezó, la más cruenta fue la que dio comienzo el 14 de abril de 1850, que terminó en febrero de 1853. En ella murieron miles de personas. Las batallas más importantes se pelearon en Juchitán, Tuxtla Gutiérrez, Tehuantepec, Ixtaltepec y la ciudad de Oaxaca. 

El 19 de mayo de 1850 Juchitán fue incendiado por soldados de la Guardia Nacional. La prensa nacional habló de mil muertos, los rebeldes aseguraron que la mitad de la población pereció. En julio, los sublevados atacaron Tehuantepec, en noviembre Ixtaltepec, en diciembre nuevamente se peleó una fuerte batalla en Guizii. Los enfrentamientos se daban esporádicamente. En agosto de 1851 se levantó en armas Máximo Ramón Ortiz en Tehuantepec. Por razones distintas, Ortiz y Meléndez luchaban contra el Gobierno estatal. En 1852, ambos se unieron, adhiriéndose al Plan de Jalisco, que exigía la caída del Presidente de la República. Se sumaron con la condición de que, cuando el movimiento nacional triunfara, el Departamento de Tehuantepec sería independiente y los zapotecas recuperarían las salinas.

En enero de 1853 cayó la Villa de Tehuantepec en manos rebeldes. En febrero, tecos, tehuanos, guiatis, jeromeños, gente de Huilotepec, de Mixtequilla y de cada uno de los pueblos zapotecas istmeños, tomaron la ciudad de Oaxaca . Derrocaron al Gobernador; el Congreso del Estado se disolvió , e impusieron un nuevo orden. En abril tomó posesión un nuevo Presidente de México —Antonio López de Santa Anna— que el 29 de mayo del mismo año proclamó la creación del Territorio Federal del Istmo. Por ironías del destino ese mismo día murió Meléndez, cerrándose el ciclo de uno de los más grandes líderes zapotecas.

Ésta, que es la rebelión más importante del sureste mexicano en los últimos 200 años, permanece en el olvido. ¿Razón? El Gobernador que en ese entonces dirigía los destinos de Oaxaca se llamaba Benito Juárez. Fue él quien ordenó el envío de cientos de soldados de la Guardia Nacional hacia el Istmo, y fue también quien se puso del lado de los acaudalados personajes de origen extranjero que apetecían nuestras riquezas. De Juárez se destaca todo aquello que lo deje bien parado ante la Historia y se omite aquello que pueda generar algún tipo de crítica o reproche.

Es tanta la ignorancia sobre nuestro pasado, que el parque central de Juchitán se llama Benito Juárez, y hasta su señora esposa, que no tuvo ninguna relevancia histórica, tiene un busto en ese lugar. Che Gorio Melendre, en cambio, que luchó toda su vida por defender nuestros derechos ancestrales, no tiene efigies, ni monumentos, ni plazas, ni escuelas, ni calles céntricas. Colonias tampoco. Pervive apenas en el recuerdo de los ancianos, nietos de quienes lucharon con él, o en las plumas de algunos cronistas.

Recuperemos nuestra memoria histórica, pues sólo conociéndola podremos valorarla y aprender de ella. Rindamos honor a quien honor merece; en este caso, a José Gregorio Meléndez, el gran Che Gorio Melendre


Entidades Políticas de México en 1855. Incluye el Territorio Federal del Istmo de Tehuantepec. 




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Texto publicado en Guidxizá, una mirada a nuestros pueblos ―Año II, N° 85, Dom 17/Mar/2014―, suplemento cultural del Comité Melendre en EL SUR, diario independiente del Istmo. Apareció originalmente en la Revista Guidxizá, número 16, junio de 2011,  Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.