San Blas Atempa durante la intervención francesa

Foto ilustrativa, tomada de Internet
Gubidxa Guerrero

El mes que acaba de culminar, se cumplieron 150 años de un episodio histórico trascendental para nuestra región y el país entero: la batalla del 5 de septiembre de 1866.

En la entonces Villa de Juchitán lucharon cientos de mujeres y hombres contra soldados extranjeros y mexicanos que defendían al Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Grande fue la pérdida de vidas, pero también fue enorme el triunfo alcanzado por la resistencia. Semanas después de aquella gesta heroica, el General Porfirio Díaz derrotaría a los imperialistas en Miahuatlán y La Carbonera, tomaría la ciudad de Oaxaca y comenzaría su victorioso recorrido al centro del país que culminaría un año después con la entrada a la capital.

Cada 5 de septiembre se rememora la fecha. Los niños de muchas escuelas desfilan por las calles y avenidas de sus poblaciones, pero desafortunadamente poco saben de aquel enfrentamiento.

Mucho se ha resaltado la participación de los juchitecos. El mérito de aquella batalla suele recaer en sus machetes y fusiles, pero lo cierto es que junto a los habitantes de ese pueblo rebelde lucharon cientos de soldados improvisados de otras tantas comunidades. De todas las personas que pelearon valientemente junto a los juchitecos, destacan los samblaseños

San Blas era en 1866 el barrio más importante de Tehuantepec. Muchos ignoran que la actual Villa de San Blas Atempa fue durante más de tres siglos un componente de la metrópoli tehuana. Sin embargo, por las diferencias políticas y sociales con los demás barrios, optó por independizarse en 1868. Fue precisamente el papel durante la Intervención Francesa lo que detonó su determinación de erigirse como pueblo libre. 

Desde la época colonial, el barrio de San Blas (y un pequeño barrio denominado Xhihui, dentro del barrio mayor) tuvo un rol destacado. Muchos documentos de la época lo ratifican, pues están redactados en la sede de dicha demarcación y va primero en la lista de barrios enumerados. Sin embargo, conforme avanzó el México independiente las diferencias se fueron haciendo más evidentes.

La importancia política de San Blas quedó de manifiesto desde 1844 en que intentaron una asonada militar. En seguida, en 1847, destacaron políticamente a nivel estatal.

San Blas Atempa era pueblo de campesinos, pero también de pescadores y salineros. Por ello sus habitantes apoyaron resueltamente las diferentes rebeliones que encabezó José Gregorio Meléndez (apodado ‘Che Gorio Melendre’) en Juchitán por la defensa de las minas de sal en las costas zapotecas. En los expedientes militares de diferentes archivos se encuentran numerosos documentos que sustentan lo anterior. Eso marcó más las diferencias con los restantes barrios tehuanos.

En la Guerra de Reforma, el papel de San Blas también se diferenció de la cabecera. Se aliaron al joven Porfirio Díaz y lo apoyaron en su papel como Gobernador del Departamento hasta sus triunfos finales.

Para cuando Napoleón III invadió México, muchos juchitecos, tehuanos y samblaseños apoyaron a la República destacándose en la batalla del 5 de mayo de 1862 en las cercanías de Puebla, nuevamente bajo las órdenes de Porfirio Díaz. Sin embargo en 1864 el Capitán Remigio Toledo, junto a decenas de soldados a su mando, decidió desconocer al Gobierno Republicano y la región del Istmo volvió a dividirse. 

Tal como había pasado durante la Guerra de Reforma, se formaron dos grandes bandos antagónicos: por un lado, casi toda la ciudad de Tehuantepec, y por el otro, Juchitán y el barrio de San Blas. Además de las razones “patrióticas”, existían motivos internos que fueron determinantes para que cada bando asumiera su rol en la historia. No hubo buenos ni malos; solamente dos grupos que luchaban por el poder regional, tejiendo alianzas según sus particulares y legítimos intereses. Como mencioné, el barrio de San Blas tenía una amistad con Juchitán porque defendían las mismas causas desde décadas atrás. 

Las viejas rencillas entre la cabecera política y su barrio más importante estallaron y la represión fue brutal. Remigio Toledo (apodado Gubizi, que en zapoteco significa ‘víbora de cascabel’) se ensañó particularmente con este barrio que se había caracterizado por su belicosidad. Y aunque Toledo dio a San Blas la oportunidad de hacer la paz, éstos optaron por no reconocer a Maximiliano ni, por tanto, la autoridad militar del Imperio. 

El sufrimiento de San Blas es indescriptible. El barrio fue saqueado, incendiado y sus habitantes padecieron humillaciones. Durante más de dos años muchas familias abandonaron sus hogares y se refugiaron en el monte. Otras tantas optaron por irse a radicar a Juchitán, tal como cuentan todavía los ancianos y como quedó consignado en el libro de Arcadio G. Molina titulado Historia de Tehuantepec, San Blas, Shihui y Juchitán en la Intervención Francesa de 1864.  

Aunque hubo pequeños enfrentamientos en 1864 y 1865, fue el 5 de septiembre de 1866, en que los blaseños pudieron participar en la derrota de los imperialistas extranjeros y su aliado Remigio Toledo. Entonces a San Blas se le concedió la oportunidad de tomar venganza de sus adversarios. Saquearon casi todos los barrios de Tehuantepec e incendiaron muchas tiendas y algunos hogares. Dos años después solicitaron formalmente su independencia política, misma que el Congreso del Estado concedió. 

Desde entonces San Blas Atempa es municipio libre y una de las poblaciones más destacadas de la región. Los blaseños son personas laboriosas y dignas, que conservan la valentía heredada de sus ancestros. Celebraron ellos también la batalla del 5 de septiembre de 1866, en que su participación fue determinante para conseguir la victoria.


[Texto publicado en Enfoque Diario, el sábado 01 de octubre de 2016. Se autoriza su reproducción siempre que sea citada la fuente.]